
Una cintura de avispa, unas piernas kilométricas y bien torneadas, un culo duro de escándalo, unas tetas que desafíen las leyes de la gravedad, unos labios carnosos que inviten a ser besados, una cabellera de ninfa, una mirada sensual de larguísimas pestañas, unas uñas con manicura francesa, unas pestañas que, al caer, hagan que pierdas el sentido, un pubis depilado hasta el extremo, una piel de bebé....
Y así podría seguir hasta consegir la belleza perfecta. Pero ¿qué es eso de la belleza perfecta? ¿Con qué rasero medimos álgo tan etérero?. Ahora está de moda decirles a nuestras niñas que el príncipe encantado no existe y que la belleza interior y una mente cultivada es lo que cuenta, pero, ¿cómo conseguimos que nos crean?, si al visitar el kiosco o al encender la tele nos encontramos con las diosas del Photoshop bendito.
Estaría bien que algunos hiciesemos examen de conciencia y mirasemos un poco hacia delante para darnos cuenta de la presión a la que viven sometidos millones de mujeres y hombres, que nos diesemos cuenta, de verdad, de que al llegar la primavera nos bombardean con la idea de la "operación bikini" o "la tableta de chocolate".
Me acerco al kiosco de turno y me encuentro con esas portadas en el escaparate, mirandome de soslayo y con un dedo acusador en forma de titular que me interroga al pasar preguntandome ¿está tu cuerpo preparado para sobrevivir al verano?. Entro rápidamente y sin mirar los estantes llenos de publicaciones de la editorial "Lucifer" para no enfrentarme a la maldición de mirar a los ojos de una "Medusa" que me hipnotiza y me obliga a doblegar mi voluntad y caer en la tentación de fustigarme y castigar mi cuerpo que se niega a parecerse al de una actriz porno o al de una modelo de fama internacional cuyo cuerpo grita suplicando un buen plato de lentejas de mamá.

Me castigo pensando si merezco un novio que me quiera a pesar de no tener unas medidas perfectas y una sonrisa premanente de copmlacencia. ¿Tengo derecho al reconocimiento público, a que me quieran mis amigos tal y como soy?, ¿soy capaz de mirar a otra chica con más caderas de la cuenta sin juzgarla y pensar que es una "zampabollos"? ¿estoy obligada a reírme de un chico en la playa porque no pueda hacer la colada en su torso?... Ay... no sé, no sé... Igual es mejor que eche la cabeza hacia atrás, observe la inmensidad del cielo y deje que la luz de la caprichosa primavera inunde mi cara y mi alma, esperaré al verano con el ansia de una niña pequeña para comer helados de pistacho y bañarme en el mar todos los días recoger conchas en la orilla y ver como mi piel coge ese colorcillo dorado que tanto me gusta. Disfrutaré de las terracitas y las cañas con amigos de sonrisa verdadera que me cuentan lo que sienten y me besan al despedirse.
El mundo no está loco, nosotros sí.
El cortometraje a continuación no tiene desperdicio... Algunas mamás y algunos papás deberían verlo para ver si se les ponen los ojos en blanco y empiezan a echar espuma por la boca de una vez. Que ustedes lo disfruten!